Imaginemos por un momento que un hombre tiene un deseo. Su deseo es embarazarse. Mas allá de querer ser padre desea sentir en su cuerpo la gestación de su hijo. Gestarlo dentro de sí mismo. Podríamos pensar que ese es un deseo humano. Uno de los mas simples deseos a los que tenemos acceso: gestar. Hacer crecer otro cuerpo alimentándolo de nuestro propio cuerpo. La actriz está en una especie de estudio de grabación muy precario. El hombre, el que habla y observa, no está en ninguna parte, es solo una voz. El cuerpo de ella, solo en el espacio, se organiza en torno a cámaras y pantallas. Su imagen se multiplica sobre ella en un juego especular y el espectador puede decidir si mirar el cuerpo que está en escena o el registro de ese cuerpo. Lo real de la imagen es innegable porque ocurre en simultáneo y sin embargo la imagen nunca es lo real. Uno de los cuerpos es solo voz y el otro es presencia e imagen de si mismo todo el mismo tiempo. Intérpretes, dramaturgia y dirección: Elisa Carricajo y Lisandro Rodríguez