Muchas de las obras que construye Raúl Mazzoni nacen de un cuadrado. Desarma las formas equiláteras al jugar con ellas en una práctica que simula un ejercicio de papiroflexia: dobla una esquina, después la otra, las pone dada vuelta. De esta acción nacen una serie de esculturas que concibe como pinturas tridimensionales, al recorrerlas, se pueden encontrar imágenes inagotables, parecen pinturas que no se terminan nunca.