Recorrimos la muestra Falta compartida, en Galería Rolf, para volver a pensar cómo opera y significa el arte fotográfico, en oportunidad de celebrarse hoy el Día Mundial de la Fotografía. La exposición se ofrece como una "reflexión estética y poética sobre la memoria", a 25 años del atentado a la AMIA.
Una y otra vez apelamos a distintos recursos que nos ayuden a preservar nuestros recuerdos más valiosos. Con todo lo bueno y lo malo que eso implica, nadie escapa a la necesidad de mantener el pasado latente ya que es lo que nos constituye, en especial cuando se trata de mantener intacto el recuerdo de aquellos que ya no están.
La fotografía ha tomado uno de los roles más relevantes cuando de reconstruir la historia y conservar la memoria se trata, lo que pone al artista en una posición de comunicador, sirviendo como la voz de una sociedad. La pregunta entonces es ¿cómo trabajan estos soportes el concepto de memoria?
Falta compartida es el título de la muestra colectiva que inauguró en la galería Rolf una semana después del 25 aniversario del atentado a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) y que por medio de los trabajos de Graciela Sacco, Marcelo Brodsky, Santiago Porter, RES, Silvia Rivas, Juan Travnik, Cristina Piffer, Celeste Rojas Mugica, Ezequiel Verona, Voluspa Jarpa y Oscar Muñoz
"se ofrece como una reflexión estética y poética sobre la memoria".
La intensión curatorial nos permite entender la potencia que tienen las obras de arte cuando ayudan a representar, re-pensar o incluso cuestionar la historia con el compromiso de asumir la responsabilidad de sostener una memoria social (o al menos un recorte). ¿Qué pasará cuando ya no quede nadie para recordar? ¿Quién preservará el recuerdo de los que ya no están? Parece reconfortante pensar que, más allá de cualquier creador. Las obras están para quedarse.
Es particularmente impactante que una de las primeras cosas que encontramos al entrar sea un objeto y no una fotografía, es decir la presentación de algo y no su representación, una analogía del impacto de los objetos materiales cuando cargan con el peso de lo que sucedió.
Marcelo Brodsky inserta en la sala un pedazo de granito que en 2001 encontró por casualidad en la Costanera mientras se construía lo que hoy conocemos como el Parque de la Memoria. Resultó ser un fragmento de la fachada de la Mutual que yacía olvidada a orillas del río
, en un entorno totalmente ajeno, esperando a ser descubierto.
Cuando el artista se puso a investigar (y acá entra en juego el poder del registro visual) descubrió que la forma triangular marcada en la superficie era parte de la A de AMIA. La ruina fue donada y desde entonces ha sido incluida varias veces en muestras que reflexionan acerca de lo sucedido, convirtiéndose en un hito memorial. Si bien este no es un ejemplo de la confirmación de la memoria a través del soporte fotográfico, de no ser por los registros fotográficos previos a 1994 quizás nunca se habría develado el misterio.
"La ausencia" de
Santiago Porter reúne en una sintética comunión retratos de familiares de las víctimas y objetos cotidianos que les pertenecieron, dando como resultado un compilado de sesenta imágenes que ponen en valor y resaltan nuevamente la contundente relevancia de las cosas cuando preservan el recuerdo de quien ya no está. Son las historias personales las que construyen el recuerdo colectivo.
Algunos de los trabajos que conforman la muestra aluden a la temática pero empujando las fronteras de la técnica hacia otras posibilidades. Por ejemplo, las obras de Graciela Sacco que por medio de un estudio del concepto de memoria más abarcativo y poético, propone un ensayo sobre la espera, generando imágenes que parecen suspendidas en una eterna pausa. Son heliografías sobre tela translúcida que permiten un momento de introspección en el recorrido. También se incluye “Las cosas que se llevaron", una bolsa de agua caliente intervenida, que al igual que el monumental trozo de mármol, marca la potencia de los objetos cargados de historia.
En este terreno vale mencionar la obra que la artista chilena Voluspa Jarpa orquestó especialmente y que presenta un conjunto de papeles avejentados con textos ilegibles o sin un significado específico, anotaciones, etc. que simbolizan el expediente del caso AMIA, prisionero del paso del tiempo y que carga con la desesperación de no encontrar respuestas.
Hay imágenes que se crean para generar adrede una historia, tergiversar, desviar o inventar, que se vuelven parte de nuestro ADN a tal punto de no poder distinguir si lo que vemos sucedió o no. El poder de ellas se ha usado para enaltecer o destruir a figuras políticas, iniciar conflictos, denunciar injusticias, aclamar acontecimientos.
La cara de Che, la mano de Dios, el regreso de los soldados de Malvinas, el final de la última dictadura militar, la crisis del 2001, el cumpleaños de tu hija, el casamiento de tu mejor amigo, tus últimas vacaciones y la lista continúa. Las imágenes son recursos propagandísticos de la vida privada y colectiva, conformando recuerdos, historia y relato.
Si tomamos a Falta compartida como ejemplo, podemos razonar acerca del valor de las fotografías que están atravesadas por la mirada de un artista que logra sensibilizar, alertar y ayudarnos a sanar.
Volviendo al postulado inicial, cómo se manifiesta el soporte fotográfico cuando se busca preservar la memoria, podríamos decir que las formas son ilimitadas si aprendemos a aceptar a esta técnica como maleable e infinita, que no se encapsula en reducidas posibilidades, sino que trasciende sus limitaciones y se reinventa logrando su cometido de cultivar memoria. Recurrimos a ella como forma de alivio, como estímulo, un anhelo un tanto desesperado por capturar el instante que no queremos olvidar. El soporte fotográfico es un recurso para analizar el pasado y volvernos responsables de nuestro presente.
La labor del artista que crea y al mismo tiempo construye a través de su visión personal una memoria colectiva nunca debe perderse. Bienvenidos sean las obras que nos obligan a reflexionar, en especial sobre esas historias que continúan generando heridas y están inconclusas, porque una vez que las cosas se olvidan desaparecen para siempre.