El pasado viernes 21, el artista protagonizó un vivo de Zibilia, donde conversó con Vivian Galbán sobre su necesidad expresiva y de búsqueda constante, entre otras cuestiones. Además, mostró algunas de sus obras recientes.
Artista multidisciplinario, Marcos López puede ser presentado como fotógrafo, cineasta, escritor o pintor. Pero de las diversas facetas que integran su personaje, la más reconocida es, sin dudas, la fotografía. Provisto de una sensibilidad y una capacidad de decodificar la realidad y expresarla artísticamente, abrió caminos para la fotografía argentina y latinoamericana; al entenderla como un arte que puede construir, desde una realidad no deseada, nuevas realidades.
En series famosas como Pop Latino o Carnaval Criollo ubicadas en el período 1993-2001, su mirada creativa se apoya en el color, el humor, lo paradójico y lo irónico para reflejar un período marcado por el consumo y el choque de culturas que generó el neoliberalismo en el Sur.
En la otra mitad de la pantalla del vivo en Instagram de Zibilia, se encontraba la anfitriona Vivian Galbán, una arquitecta y artista que pertenece al staff de la galería Rolf Art, cuyas obras se han mostrado en galerías, instituciones y ferias locales e internacionales. Uno de sus más recientes trabajos, Exposición en tiempo real, fue una instalación que involucró al espectador como partícipe del proceso fotográfico y logró suscitar distintas reflexiones en torno a la temporalidad, lo instantáneo, y la toma única.
“Yo tengo una necesidad expresiva constante, emocional y vital” comenta Marcos López mientras muestra una de las obras nacidas en cuarentena: pingüinos de vino pintados por él, con mutaciones genéticas que van desde un tigre hasta un diseño punk futurista.
En estos tiempos de encierro, la pintura -tanto los acrílicos como el óleo- viene siendo un recurso valioso para el santafesino a la hora de expresarse. A través de contactos que hizo viviendo en el barrio de San Telmo, con cartoneros o anticuarios, consigue fotos antiguas sobre las cuales pintar resignificándolas y creando piezas únicas. “Como me pongo ansioso con la cuarentena, estuve pintando mucho. Creo que voy a hacer un libro con todas estas fotos pintadas”, dice. En la mente del artista, las variables a la hora de intervenir las fotos son infinitas: un retrato de dos japoneses mirando el horizonte ahora relata una historia de amor; una mujer aparece sentada, sonriente, y con dos pares de brazos brotando de su cuerpo; un niño dejó de estar posando para la fotos de su comunión y se convirtió en un soldado, etc.
Éstos son tan sólo algunos ejemplos de las obras inéditas que mostró el artista en el vivo, en las que el uso del facón es recurrente -como se pudo observar en una botella de vino intervenida- y según explica, remite a una afinidad con lo gauchesco: “Martínez Estrada, que escribió Radiografía de la Pampa decía que los gauchos usaban el facón en una intimidad corporal, a diferencia del sable o el florete que eran europeos y precisaban un estudio. El facón es intuitivo: hay algo entre civilización y barbarie ahí.”
Además de expandir los horizontes de sus obras apoyándose en la pintura, Marcos López comenzó una serie de crónicas que pueden leerse en la Revista Orsai, la sección latina del New York Times y en su cuenta de Instagram. Narradas en primera persona, relatan una teatralidad cotidiana que genera en el lector una empatía con el personaje antiheroico, desvalido y periférico que inventa el autor. “Escribir me nace como una fuerza visceral, y me da mucho vértigo la idea de la inmediatez, me genera adrenalina” confiesa, agregando que la escritura nace en él a partir de una emoción que puede surgir en un paseo a Puerto Madero o una caminata hacia la verdulería, que inmediatamente traslada a su teléfono.
El teléfono es aliado en muchos sentidos, o por lo menos es el lado positivo de la tecnología y lo digital con el que parece quedarse Marcos López. La fotografía y su esencia, no se pierden en los píxeles o en el formato con el que se dispare: “Aún con el teléfono, en el momento que hago click, la actitud que tengo es la misma que tenía en los años 80 con la película” confiesa. Es decir, la ceremonia del retratar permanece intacta, y las fotos de personas utilizando barbijos que surgieron -y surgirán- a lo largo de estos meses llevan una madurez y sensibilidad mucho mayor que las que tomaba hace 40 años. Y ahora pueden trasladarse a una red social tan sólo segundos luego de su captura. A pesar de no sentir la necesidad de seguir comunicándose a través de la fotografía, no cree que vaya a detenerse. Al fin y al cabo, Marta Minujin, David Hockney y Yuyo Noé, a quienes nombra, como tantos otros, también producen constantemente.
Llegando al final del vivo, la cámara frontal del celular del fotógrafo apunta a su cocina, permitiéndonos entrar a su espacio. Vemos colores, cuadros de pintura popular y la arquitectura convertida en obra: el voyeurismo latente de las redes sociales se presenta estilo Caras. Para cerrar el encuentro, el cuadro enfoca a la Virgen de Guadalupe morena -estatuilla que recibe billetes cada vez que uno de sus extravagantes pingüinos pintados es vendido- al lado de una vela con el signo de pesos. En las palabras de Vivian Galbán: “Un sincretismo a lo Marcos López”.