Una publicación sospechosa en Mercado libre, una vitrina vacía, la visita a una casa de antigüedades, una fotocopia dejada en lugar de una pintura: en el mundo de los robos del arte, todo puede suceder y convertirse en pista para casos que involucran a juzgados, fuerzas de seguridad, INTERPOL, artistas, aduanas y científicos.
El pasado 2 de marzo, Buenos Aires amaneció con la noticia de que el Museo Nacional de Arte Decorativo había cerrado sus puertas. El motivo: habían descubierto la desaparición de una cantidad indeterminada de piezas pertenecientes a su colección. Quien advirtió los faltantes fue el director del museo, el arquitecto Martín Marco, y radicó la denuncia en el Juzgado Nacional en lo Criminal Correccional Federal N°8, donde se abrió el expediente.
En la primera declaración se dejó constancia del robo de tres jarrones de porcelana con forma de ánfora, austríacos, del siglo XIX, que debían estar ubicados en una vitrina que se encontró abierta en la sala antecámara Imperio. Pero luego de esta denuncia inicial, el museo se registró de forma más detallada y la ausencia de otros objetos comenzó a ser notoria; día tras día, más ítems se sumaron a la lista.
A los jarrones se añadieron pequeñas esculturas en terracota, elementos antiguos de higiene personal, seis producciones de vidrio y cristal de manufactura sueca del siglo XX, que estaban en una sala del subsuelo. Faltaban también pinturas, como el óleo “San José con El Niño”, obra anónima de la Escuela de Murillo, de España, del siglo XVII, y “Retrato de Infanta”, otra obra anónima de la Escuela Española del Siglo XVII.
El ladrón forzó las cerraduras de las vitrinas donde estaban las piezas para poder extraerlas. En algunos casos, se tomó el tiempo de reordenar las que quedaban dentro, para disimular la ausencia de lo que acaba de llevarse. El punto más disparatado de la cuestión fue que al sacar del marco el Retrato de Infanta, puso en su lugar una fotocopia blanco y negro de la obra, que pasó desapercibida durante días.
INTERPOL y el tráfico ilícito de bienes culturales
Apenas la investigación se inició, se dio paso al accionar de INTERPOL, organización internacional para la cual una de las misiones principales está centrada en la prevención y lucha contra los hechos ilícitos vinculados al tráfico internacional de obras y objetos que conforman el patrimonio cultural nacional. Conversamos con Marcelo El Haibe, Director General de Coordinación General de INTERPOL, quien formó y sentó las bases de la división de Protección de Patrimonio Cultural, campo poco desarrollado en la Argentina hasta ese momento.
EM: Mucha gente se sorprende con esos datos, pero tengo entendido que el tráfico de bienes culturales está en el top 3 de actividades delictivas que más dinero mueven a nivel mundial, después del tráfico de armas y el tráfico de drogas.
MEH: Sí, así es. Naciones Unidas mandó a hacer un informe a la UNESCO para saber de qué se estaba hablando cuando se hablaba de tráfico, cuánto dinero se movía. En 2020 hicieron un trabajo muy profundo y determinaron que aproximadamente se trafica entre 4.500 y 6.500 millones de dólares anuales a nivel mundial. Eso te da una idea de que es un monto súper importante. Por supuesto, las drogas y las armas están muy por encima, pero no deja de ser uno de los 3 o 4 temas ilegales que más mueve dinero en el mundo.
El Haibe destaca la importancia de difundir rápidamente la información y las imágenes de las piezas desaparecidas, “porque el tiempo que pasa, es la verdad que huye”. También nos cuenta: -Hay dos clases de ladrones. Están los ladrones casuales, que entran a una casa y se roban objetos, y entre ellos puede haber electrodomésticos, dinero, alhajas y también obras de arte. Ellos se desprenden rápidamente de las obras de arte y en poco tiempo están en el circuito, legal o ilegal, pero entran en el circuito y nosotros podemos intervenir. Aparecen a la venta por Internet o se conectan con otros delincuentes".
"En los otros casos, los ladrones profesionales, cuando roban, se quedan con las obras durante mucho tiempo para “enfriarlas”, hasta que pueden nuevamente ponerlas en el mercado. Pero en esa situación, pueden pasar 5 o 6 años hasta que podemos intervenir. Son dos casos distintos, pero de cualquier manera, los coleccionistas, que son los que adquieren este tipo de obras, ya consultan nuestra base de datos y no arriesgan el dinero. Aunque sea más barato de lo normal, generalmente no se compra".
Van Gogh, el preferido de los ladrones pandémicos
A semanas de iniciada la cuarentena con la que dio comienzo esta pandemia mundial, los primeros robos comenzaron a hacerse notar. Los espacios culturales prácticamente no contaban con personal de seguridad, mientras el resto de los empleados trabajaba desde su casa. El día 30 de marzo de 2020 fue el elegido para sustraer nada menos que una obra de Vincent Van Gogh, uno de los artistas más reconocidos de la historia del arte. El hurto sucedió en el Museo Singer, en Holanda, y la obra fue "El jardín del presbiterio de Nuenen en primavera", la cual ni siquiera pertenecía al museo ya que se encontraba allí en concepto de préstamo.
La policía difundió los videos de la cámara de seguridad, donde se ve al hombre encapuchado, rompiendo con un martillo la puerta vidriada que separa la tienda de souvenirs de las salas de exhibición. Y a los pocos segundos sale corriendo con la pintura bajo el brazo. Recientemente, el sospechoso fue detenido y condenado a ocho años de prisión, la pena máxima posible por este delito. Si bien negó toda vinculación al asunto, su ADN estaba en la escena. El Informe del Tribunal lo describió como un “criminal incorregible y calculador”. Poco tiempo antes, otro holandés llamado Octave Durham había robado ya dos obras de Van Gogh del museo biográfico del artista. Al ser interrogado, declaró descaradamente: “Lo hice porque se podía, y no robé "Los girasoles" porque no cabían en la bolsa”.
Martin Leppo, abogado penal norteamericano que ha defendido a ladrones de arte a lo largo de 50 años de carrera, revela: “¿Para qué roban obras de arte? Para mirarlas todo el tiempo, porque quieren la recompensa que se ofrece, el dinero del seguro; para evitar ir a la cárcel, para sacar a alguien de la cárcel; para hacer un trueque o para negociar”.
Le consultamos a El Haibe sobre el mito del coleccionista que manda a robar obras para tenerlas en su casa silenciosamente, a lo que responde con una reflexión que deja mucho que pensar. “Las desviaciones son muchas y ésta sería la menos grave de las que conocemos en la historia de la humanidad. Sin embargo, no es algo que sea habitual. Cada 100 mil personas que tienen problemas psiquiátricos graves, puede ser que a uno se le de por las obras de arte. Son más comunes los asesinos seriales, y ese tipo de cosas, que los que van a robar museos para ver las obras en su casa”.