La obra de Maria Zubiri, dirigida por Cecilia Meijide, es una de las 21 piezas dramáticas seleccionadas a través de la convocatoria "Nuestro Teatro", del Teatro Nacional Cervantes.
Uno de los sectores artísticos más afectados por la pandemia y las medidas que se tomaron al respecto, como la cuarentena y el aislamiento social, fue el teatro. Su esencia está en el “convivio”, la reunión de actores, público y técnicos en un espacio, sin mediaciones de tipo tecnológico. Entonces, ¿cómo seguir haciendo y disfrutando del teatro en ese contexto?
Apenas comenzada la cuarentena, algunos teatros oficiales subieron a sus sitios y a Youtube, filmaciones que tenían ya realizadas de obras que habían sido presentadas antes de la pandemia. Pero esas producciones eran simples registros: con una cámara a una distancia lo suficientemente alejada del escenario como para poder abarcarlo todo, y sin cambios de planos (o sea, de distancias) era bastante difícil poder apreciar no sólo las actuaciones, sino también detalles de escenografía, vestuario e iluminación.
En ese marco, el Teatro Nacional Cervantes lanzó en marzo el concurso “Nuestro Teatro”, destinado a obras cortas no estrenadas de autores nacionales o residentes en el país, con el objetivo de llevarlas a escena y filmarlas, sin público, siguiendo los protocolos sanitarios correspondientes, para luego ser difundidas por las plataformas mencionadas. Se presentaron 1548 textos dramáticos. Fueron seleccionados 21 de la ciudad de Buenos Aires, que se presentaron en el escenario del Teatro Cervantes, con dirección de reconocidos directores y directoras, y 12 del resto del país que serán dirigidos y registrados por creadores de cada región.
Como es posible ver en la obra que elegimos para reseñar, Asteroide, fin de un mundo imposible, escrita por María Zubiri, y dirigida por Cecilia Meijide, el lenguaje audiovisual ha aprendido ha ponerse al servicio de la escena. Sí, seguimos sin convivio porque falta el público. Pero los actores y actrices están sobre las tablas, con los directores y los técnicos, a los que ahora se suman los encargados de la producción audiovisual.
El registro de la obra, que narra en 40 minutos una cena familiar de los Milton, en la que late la tragedia, es impecable. Sin movimientos de cámara, pero con diferentes tamaños de planos, nos permite apreciar las actuaciones y las interacciones entre los intérpretes, la sutileza de los cambios de iluminación y la escenografía; al tiempo que nos ofrece también el cuadro completo.
En principio, tal como lo manifiesta Patricia (Eugenia Guerty), la madre, apenas comenzada la obra, un asteroide impactaría sobre la Tierra, según se enteró en las noticias. Su marido, Isidro (Luis Machín), no parece estar muy interesado en el asunto. A él le preocupan más las hojas secas que cubren la gramilla brasileña y la pileta, y que ninguno de los dos, al parecer, piensa recoger, ante la ausencia del jardinero Wilmer. El matrimonio, que visiblemente se detesta, está esperando a Monti y a Ricardo, para cenar. Luego sabremos que se trata de su hija, quien en el pasado ha tenido ataques de epilepsia y sueños muy extraños, algunos apocalípticos, y de su novio, permacultor y músico.
La primera en llegar es Monti (Camila Peralta). Por sus palabras conocemos algo sobre Ricardo, quien no ha podido asistir. Se sientan a la mesa a comer espárragos a la bolognesa. Ricardo (Julián Larquier Tellarini) llama y avisa que está en camino. Cuando él llega, vemos que los padres de Monti no están felices con su existencia. Para colmo, cada cosa que dice, cada movimiento que hace, cada acción que acomete, parece irritarlos más. Durante la comida, Monti vuelve a tocar el tema de las hojas secas en el jardín, y le cuenta a Ricardo la historia de Wilmer, quien perdió un brazo arreglando la máquina de cortar césped de los Milton. Un trueno suena en la noche. Y enseguida, el timbre de la casa. Se trata del mismísimo Wilmer (Carlos Belloso) que declara haber sido echado sin indemnización.
El arribo inesperado del jardinero y una observación de Ricardo, desata la tragedia que se había anunciado desde el comienzo, aunque no exactamente en la forma de un meteorito pero quizás sí con sus posibles efectos destructores.
El planteo de la obra que aborda temáticas como la identidad y la hipocresía, también se hace eco de ciertas ideas contemporáneas que tienen que ver con romper con aquello que durante décadas ha sido parte de una idiosincrasia anquilosada y nociva que ya no resiste ningún tipo de embate. Por otro lado, la referencia a Ricardo Monti, el gran dramaturgo (y maestro de dramaturgos) y director, fallecido en 2019, en la figura de la pareja joven, recuerda y rinde homenaje a uno de los mayores nombres del teatro argentino, y emociona.
Las actuaciones están muy bien, y tienen la capacidad de transmitir todo aquello que el texto dramático sugiere entre líneas. Por ejemplo, los tics de Machín, el rostro conteniendo sentimientos negativos de Guerty, la performance de un Belloso irreconocible, y los jóvenes Peralta y Larquier Tellarini, absolutamente a la altura de sus pares ya consagrados. También el trabajo realizado en vestuario y escenografía; así como la música, que entra y sale en momentos clave, contribuyen a completar los sentidos posibles de la pieza.
Otras de las obras que pueden verse de “Nuestro Teatro” son La Imprenta, de Gabriel Graves, con dirección de Guillermo Ghio, sobre dos gauchos que transportan la imprenta que Sarmiento llevó al Ejército Grande de Urquiza; Civilización, de Mariano Saba, dirigida por Lorena Vega, que gira alrededor de la historia de dos damas que huyen del incendio de La Ranchería, el primer teatro nacional, en 1792, y Al hueso, de Santiago Dejesús, bajo la dirección de Pompeyo Audivert, sobre dos hermanas que rememoran su pasado mientras la casa familiar es demolida.
Recomendamos suscribirse al Teatro Nacional Cervantes en Youtube para ver estas y las siguientes obras de “Nuestro Teatro” que se pondrán en línea en las próximas semanas. En este contexto tan complicado y hasta que podamos vivir nuevamente el convivio en su esplendor, es una gran posibilidad que nuestro teatro nacional nos brinda de seguir en contacto con el talento de nuestros directores, autores, actores y técnicos.