Cuando Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg se convirtieron en custodios legales de un meteorito de 41 kg gracias a la cesión de un causante anónimo, imaginaron su emplazamiento –lógico pero también poético– en la Sala de Bustos de la Sociedad Científica Argentina.
Una desavenencia de naturaleza imprecisa impidió sin embargo que las partes (artistas y Sociedad) se pusieran de acuerdo, por lo que la donación no se concretó y el traspaso emancipador de la roca entre la esfera privada y la pública no tuvo lugar.
En ¡Saxa loquuntur!, su primera exhibición en BARRO y la primera en Buenos Aires desde hace al menos cinco años, los artistas no solo muestran el meteorito (exhortado políticamente a permanecer en un fuera de campo visual y sostenido ahora en su cápsula por una estructura que se asemeja a un teseracto) sino que además convocaron a un grupo de afectos, colaboradores y colegas a redactar una serie de cartas.
Dirigidas a la Sociedad Científica Argentina del año 2105, estas cartas fueron escritas en el presente con el fin de pintar un determinado momento de las ideas y los sentimientos humanos, pero también para acompañar la reapertura de la opción, en el año 2105, que le permitiría a la roca hallar finalmente su morada pública.
Las cartas y algunos otros pocos materiales fueron asimismo puestas a resguardo en otro tipo de artefacto hermético divisado por los artistas: cápsulas de tiempo que no podrán ser abiertas sino hasta la fecha indicada en sus frentes, una vez llegado el siglo XXII.
Como acólitos de esta mudanza, aparecen también en la sala diversos retazos desnaturalizados de su archivo, convertidos ahora en piedras litográficas que narran de manera abismada distintas historias: el cuento de una obra de arte, el cuento de una roca antigua y el cuento de varias vidas que se cruzan, todas, en una región fronteriza del norte argentino llamada Campo del Cielo.
Frente al dilema que supuso esta retiración forzada, el dúo decidió encapsular la pieza en un dispositivo diseñado a medida y legarle a las generaciones futuras el arbitraje sobre su destino final. Dentro del archivo de Faivovich & Goldberg sobre Campo del Cielo (posiblemente el más nutrido y completo del mundo), este meteorito aún sin nombre ocupa, como es obvio, un lugar central: es el tipo de escasa materia cósmica que en su singularidad ha habilitado peregrinaciones, crímenes, experimentos y manías todo a lo largo de la historia.
Alejados de la estética administrativa y de sus galanteos recientes con la rama de la burocracia orientada a clasificar y organizar cuerpos meteoríticos, ¡Saxa loquuntur! encuentra a Faivovich & Goldberg empujando las posibilidades del archivo a una instancia extrema de sugestividad esotérica. Esta transición del marco burocrático hacia un empleo plástico del tiempo arrima el espacio de la exhibición a un santuario antes que a una oficina.
El zigzag entre materialidades siguiendo un patrón inviable de oscilación mediática (del papel hacia el bloque de pixeles y, en un último y pesadísimo impulso, de regreso a una obsolescencia como la matriz para litografía) es apenas un atributo del circuito transtemporal complejo accionado por la muestra.
En secuencia recursiva al menos desde el Holoceno, la “cantera infinita” de Campo del Cielo genera un archivo que a su vez produce un archivo nuevo, ya que el presente de las cartas se convertirá en un pasado al que el futuro pueda referirse.
Así, la construcción activa de la historia parece tomar dos formas: la de una estratificación anorgánica de memorias y la de un templo laberíntico de espejos, donde cada susurro nos guía hacia el principio y también hacia el final.
Artistas: Guillermo Faivovich, Nicolás Goldberg //