A partir de la idea inicial de una indagación sobre el árbol más antiguo plantado en la Ciudad de Buenos Aires, del encuentro con los datos y crónicas sobre el funcionamiento del Matadero del Norte cercano al río en la zona de Recoleta surgió la imagen de la sangre nutriendo las tierras como motor para el conjunto de obras que conforman la exposición.
El conjunto de piezas de gran escala que conforman esta exposición, con características que la sitúan a mitad de camino entre la escultura y la instalación de sitio específico, combinan el trabajo en hierro, la cera pigmentada y vendas, y la recuperación de objetos.
La propuesta de conjunto entraña una temporalidad propia, donde formas y estructuras despliegan una versión alucinada de referencias (árboles como máquina de agonía, técnicas de conservación devenidas en testimonio de la aniquilación, prótesis y técnicas de aislamiento convertidas en formas de entrelazamiento, etc) en las cuales las alusiones históricas se anudan con inquietudes y preocupaciones autobiográficas.