A comienzos del año 2020, gran parte de la población mundial se encaminaba a ser confinada como medida para contener la expansión del SARS Cov-2 y para responder a los desafíos sanitarios que planteaba la COVID-19, la dolencia producida por la infección de este virus.
Rápidamente se explicó que el origen de esta forma viral era consecuencia de un salto producido desde una infección en una especie animal hacia el hombre (zoonosis). Con suma rapidez se localizó este suceso en el mercado de animales de Wuhan. Sin embargo hay evidencia muy significativa que indica otra posibilidad: la de un origen artificial ubicado en el Instituto de virología de alta seguridad de la misma ciudad de China.
¿Por qué no hemos podido resolver, con toda la tecnología biológica actual, el origen del SARS CoV-2 tal como ocurrió con el virus responsable del SARS (SARS CoV-1). ¿ Por qué se descartó de manera tan drástica la posibilidad de un origen de laboratorio? ¿Cuál es el vínculo entre el Instituto de Virología de Wuhan y los institutos de Salud de los Estados Unidos y la relación con el trabajo sobre los coronavirus? ¿Cómo podemos enfrentar en el futuro la emergencia de nuevas enfermedades virales, si se veda la posibilidad de estudiar y analizar lo ocurrido con el SARS CoV-2?
Hay tanto hechos institucionales, financieros y políticos como consideraciones sobre la estructura molecular del virus que no permiten descartar el origen artificial del SARS CoV-2. Es interesante recordar lo sucedido en 1986 en Argentina cuando se introdujo un virus recombinante diseñado en el instituto Wistar a través de valija diplomática para un ensayo ilegal en la ciudad de Azul en la Provincia de Buenos Aires.
Docente: Eduardo Wolovelsky //