Dispositivo, ritual, instrumento, juego, festín, ridículo, gesto cotidiano. PROTOLITO / LIMEN reúne tres grupos de trabajos de Sofía Durrieu, organizados en el cuerpo de la sala como si esta fuese un templo.
La exposición, acompañada con texto de Patricio Orellana, se desplegará en la Sala 1 de la galería Ruth Benzacar.
"La muestra reúne trabajos de diferentes grupos. Pero a todas las recorre un gesto que insiste: la búsqueda de volver sensibles procesos (hábitos, posturas, movimientos de energía) que tenemos automatizados. Un ejemplo es la manera en que Durrieu crea empalmes mecánicos para conectar fenómenos que en principio ocurren a distancia, como si empleara el instrumental remanente de las “sociedades disciplinarias” (esa fascinación por la delicadeza y el sadismo de las herramientas de la medicina quirúrgica) para desanudar los mecanismos igual de perversos de las “sociedades de control”. (La manera en que estas dos formas de poder aún conviven quedó más clara con los encierros asociados a la pandemia). Por eso Durrieu pudo ver, en esas gigantografías con agujeros en donde iría la cabeza para que los turistas pongan ahí la suya y se saquen fotos, resonancias de los tratamientos y retratos brutales de pacientes histéricas en La Salpêtrière en el siglo XIX.
Pero con “volver sensible” no quiero decir sólo visibilizar, como quien apuntara con una linterna a un cuerpo preexistente, de contornos precisos, que aguardara en la oscuridad. Volver sensible también es fabular. De ahí que algunas de las piezas de Durrieu remitan a personajes y ambientes del mundo fantástico: una carroza, un dragón, un lago, un cisne. Volver sensible es sentir, tocar y escuchar. “Un instrumento es también algo que suena”, apunta Durrieu en sus notas sobre la muestra: el gesto de transformar un objeto en un útil deja un resto, una vibración que sobra y que es el eco de otra posibilidad para esa mano y ese objeto. Como me recuerda Sofía que decía Atahualpa Yupanqui sobre los ejes de su carreta: “si a mí me gusta que suenen / ¿pa’ qué los quiero engrasar?”.
En una carta a su amigo Hélio Oiticica, Lygia Clark detalla que lo que le interesa es “la fantasmática del cuerpo, y no el cuerpo en sí”. La frase -que fascinó a Oiticica- no dice “representación” o “idea”, sino fantasmática, un término más dinámico (como el de “miembro fantasma”, o la percepción protésica de una parte supuestamente ausente) que anuda lo representativo, lo sensorial y lo afectivo, lo material y lo inmaterial, de una manera poética y hasta narrativa (el fantasma como metáfora y como personaje). Una zona “liminal” que se acerca lo más posible al contacto entre el cuerpo tal como lo sentimos “desde adentro” y la imagen que de él nos hacemos “desde afuera”. Sospecho que a eso apunta Durrieu cuando escribe cosas como “identidadcuerpoemocionpsiquisespiritu”. Y en sus trabajos maravillosos".
Artistas: Sofía Durrieu //