Los tres artistas fotógrafos que integran esta muestra parecen proponer en ella un umbral enunciativo que hace trastabillar precisamente las certezas duales, al menos en lo que tiene que ver con los ordenamientos a los que suele conducirnos la percepción.

Ninguna de las piezas que presentan podría catalogarse fácilmente dentro del campo de la foto como referencia, dato, evidencia o documento, y a la vez se resisten a ser etiquetadas como invención, alusión, elipsis, o mera abstracción. Algo en ellas es fanáticamente material, táctil, evidente, y genera un impulso referencial, que corre parejo con una atracción inmediata, casi física.

A la vez, singularmente, esa propulsión tan explícita impone, sin embargo, una sensación de pura incertidumbre; una cualidad indefinible las cubre como un velo estratégico, algo renuente a la empatía inmediata, a que podamos establecer siquiera un diálogo imaginario que no sea el de la duda, la interrogación; en el mejor de los casos, la conjetura.

Sin abandonar su infatigable espíritu nómade, DANIEL ACKERMAN ha dejado de ser ese viajero y caminante de paisajes y territorios, tanto autóctonos como foráneos, para probarse el ropaje de un peculiar transeúnte con mirada invariablemente sensitiva, aunque ahora de atención más circunscripta, atraído por aquello prolijamente anónimo, un testigo que se detiene absorto ante lo que nadie ve, ante eso que no le importa a (casi) nadie. Según la adopción de un punto de vista rigurosamente geométrico y de un foco casi caligráfico, sus bidimensionales yacimientos de superficie se expanden en elegante aspereza, entre el ensayo lírico vocacionalmente informalista, la fragmentación terminal de un espacio epidérmico y el simulacro cartográfico.

MARTIN KÖHLER es también a su manera un materialista del detalle, entendido éste no como la ampliación de algo minúsculo sino como el recorte aplicado sobre un sistema mayor. Maleables corporeidades hechas de texturas y opacidades magnéticas parecen agitarse en la silenciosa semipenumbra de una atmósfera con velados destellos y sombras satinadas. Una fuerza centrípeta sumerge la mirada en la metalizada, críptica foresta de especímenes híbridos, con sintéticos miembros de volubles musculaturas, rebatidas en dobleces y pliegues en pugna. Señales indescriptibles de una metafórica arqueología se exhiben como los restos de hallazgos desconocidos, bajo la luz escrutadora de un imaginario laboratorio, con la abismal persistencia de lo indescriptible.

Las totémicas estructuras de DAVID SISSO se alzan en vibrante simbiosis con la verticalidad del plano, ya sean acomodadas en el simulacro compositivo de un espacio que es tan verosímil como artificial, ya sean insinuándose como piezas elegantemente articuladas sobre un tablero planimétrico. Su aspecto de presuntas máquinas-herramientas es apenas un transitorio reflejo referencial; enseguida se camouflan como mecanismos cuya eficacia funcional sólo existe en cuanto ficción puramente visual, entre el absurdo y la lógica constructiva. Un verano colorístico enciende la palpitación de estos herméticos puzzles, cuasi maquetas de proyectos que algún utópico inventor pudo haber imaginado; tan perfectas en la imagen como perfectamente irrealizables.

Quiénes

Artistas: Daniel Ackerman, Martín Köhler, David Sisso //

Última fecha

mié

19

junio

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