En la selva de Formosa hay una mujer, dentro de su panza hay un bebé, un bebé que no para de moverse. Están juntos la mamá y el papá, y un día nace el hijo, lo llaman: Nazario.

Nazario no quiere brazos que lo acunen… quiere brazos toboganes, pernas trampolines, cuerpos aviones… Nazario no quiere un corralito… quiere correr, trepar, resbalar, saltar, escapar. Nazario no quiere caminar como su mamá o su papá… él quiere reptar como la serpiente, correr como el yaguareté… cazar hormigas, como el Tamanduá… volar, volar… como el pájaro biguá.

En cuatro patas, se va, se escapa… huye… se pierde en la selva. Se escapa y vuelve. Nazario no quiere que lo lleven en un auto lleno de luces rojas, pero se lo llevan, a un asilo, lejos, muy lejos de la selva.

Aunque Nazario no quiere, allí los médicos lo ponen de pié, como su papá y su mamá, lo calman, lo aquietan, lo adormecen. Nazario no quiere dormir, quiere correr hasta donde se juntan el verde y el cielo. En dos patas, corre, corre, escapa… atraviesa los muros.

Quizá corrió más rápido que el yaguareté, quizá voló como el pájaro biguá.

Última fecha

dom

30

julio / 2017

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