Narcisa Hirsch elaboró una obra que, desde fines de los sesenta, tiene una amplitud estética, conceptual y cinemática que pocos realizadores experimentales pudieron lograr. A veces tensando la relación entre lo visual y lo verbal, otras como una paisajista alucinada de pura iconicidad y otras desde una concepción musical de la imagen, en la que su ojo sin límite busca ese aleph borgeano que una de sus últimas obras evoca desde el título, ese punto de “intolerable fulgor” donde confluyen el universo real y el imaginado, es decir, la vigilia y el sueño. Nacida en 1928, su vida es tan fascinante como su obra, por eso era necesario este recorrido por su trayectoria. Lo que consigue Muttis, quien trabajó durante doce años con Hirsch, es un retrato tan expositivo y erudito como cercano e íntimo, porque conjuga dos virtudes: la admiración de una alumna y la complicidad de una amiga.
Mi desafío fue: ¿Cómo mostrar la obra de una artista que tiene más de 30 películas, acciones performáticas, instalaciones, pinturas, libros? ¿Cómo mostrar su proceso creativo, sus ideas, la materialidad de sus trabajos? ¿Cómo trasladar a una película la experiencia de estar trabajando con ella diariamente, sus charlas, sus preguntas, sus argumentos, sus elecciones sonoras y visuales? Decididamente no pude, tuve que tomar distancia, me encerré con los materiales que había seleccionado en el tiempo y no salí hasta que lo terminé. Estudié cada imagen como si nunca la hubiera visto y volví a ella a repreguntarle y a encontrarme con una artista que reflexiona en su obra sobre el amor, el erotismo y lo cotidiano con un cine completamente poético y verdaderamente experimental.
Dirección: Daniela Muttis // Fotografía: Daniela Muttis, Rubén Guzmán // Producción: Daniela Muttis // Guión: Daniela Muttis // Música: Nicolás Diab // Montaje: Daniela Muttis //