Mondongo se presenta en el MAMBA luego de casi un lustro de ausencia en Buenos Aires.
Los mondongo siempre han tendido a trabajar en series, muchas veces mirando géneros olvidados. En este caso, representan en dos instancias diversas un contrapunto entre Paisajes y Retratos en diálogo con una serie de teatrinos y una escultura de monedas. El efecto resultante puede ser interpretado, de la misma forma en que ellos leen la obra de Fogwill, como un intento deliberado de desarmar los códigos de lo obvio.
“El retrato vendría a ser como una parte fundamental del cuerpo de nuestro engendro Mondongo, creo que la cabeza” explica Juliana.
En sus paisajes se ve el reflejo de las condiciones socioeconómicas de un país devastado y en los retratos un documento, un mapa que nos instruye sobre estilos de vida, el espíritu de la época, o un determinado contexto histórico social.
Existe una hermenéutica Mondongo. Una hermenéutica pródiga que da pistas para entrar en un mundo simbólico o engañoso. Pistas en los materiales utilizados, en los personajes elegidos, y en la disposición de los cuadros. Nada es lo que parece, retratos y paisajes enmascaran otra realidad más perversa que necesita de nuestra inteligencia y agudeza de percepción para ser develada.
“Las cosas y las ideas -escribe Gilles Deleuze -brotan o crecen por el medio, y es allí donde hay que instalarse, es siempre allí donde se hace un pliegue”. La obra de Mondongo trata de elaborar un sentido a partir de esa masa caótica de objetos y referencias que constituye nuestro ámbito cotidiano.