Cuatro amigos entrañables se encuentran a partir del súbito regreso de Amadeo; artista visual que emigró del pueblo y supo conocer la fama, pero que tras un reciente hecho artístico incomprendido, es declarado persona no grata por quienes lo vieron crecer. La trágica muerte de un elefante de circo sobrevuela la reunión y lo que en principio sería una visita breve, se prolonga a tal punto que Amadeo ve peligrar su partida. Y no hay peor pesadilla para el que se fue, que la amenaza de quedarse para siempre.
Como en Late el corazón de un perro, otra vez el pueblo y el retorno. Otra vez el corazón y lo animal, aunque ahora enlazado en un argumento que se vale de un grotesco cordobés para narrar un acontecimiento entre sublime y mundano. Y en esta vuelta no es la familia la que tira sino los amigos. Esos amigos de la infancia que alguna vez uno eligió y por quienes ¿daría la vida?
Matar a un elefante atraviesa memoria y cuerpo con el mismo cuchillo con el que se rebana un chorizo. Sale al cruce de recuerdos compartidos que se deforman según quien los evoque.
¿Dónde estabas? Pregunta Julián a su amigo Amadeo; ¿Dónde estabas cuando desapareciste?
Matar a un elefante está hecha de fernet con coca y de cuarteto. Abre el pecho al medio para dejarlo servido como ofrenda: un corazón hierve a la parrilla mientras una cavidad espera.
Actores: Gabriel Carasso, Berenice Gandullo, Julieta Lastra, Gerardo Serre, Sebastián Suñé // Dirección: Franco Verdoia // Iluminación: Matías Sendón // Vestuario: Jorge Lopez //