Mariana Rocco- El ojo celebra el movimiento. Fotografía.

El ojo humano adora el movimiento y está atento a la menor señal. Conoce momentos de júbilo frente al mar cuando sube la marea, cuando las olas repiten su danza sobre la playa. Ama el movimiento de la luz, de la luz estival detrás de una nube que flota sobre un prado. El ojo sigue las hojas arrastradas y los arboles mecidos por el viento. El movimiento siempre atrae a los humanos. Cuando eras niño, querías gatear, luego andar y de adulto sientes el deseo constante de avanzar hacia la independencia y la libertad.

Todo lo que vive está en movimiento. Esto se llama desarrollo o crecimiento. Su forma más emocionante no es la meramente física, si no la del crecimiento interior del alma y la vida. Es aquí donde el anhelo sagrado del corazón pone la vida en movimiento. El deseo más profundo del corazón es que este movimiento no sea interrumpido o entrecortado, sino que desarrolle suficiente continuidad para convertirse en ritmo de la propia vida.

El corazón del tiempo es el cambio y el crecimiento. Cada vivencia que despierta en ti enriquece tu alma y profundiza tu memoria. La persona es nómada, viajando de umbral en umbral hacia experiencias distintas. En cada vivencia nueva se despliega una nueva dimensión del alma. No es casual que desde tiempos antiguos se de por sentado que el ser humano es un vagabundo. Estos viajeros recorrían territorios extraños e ignotos. Pero como dijo Stanislavsky, el director teatral y pensador ruso, “el viaje más largo y emocionante es hacia el interior de uno mismo”.

El alma humana contiene bellas potencialidades de crecimiento. (…) Con frecuencia la satisfacción, la rutina y la ceguera le impiden a uno percibir su vida. Mucho depende del marco de la visión, es decir la ventana a través de la cual se mira.

ANAM CARA - JOHN O´DONOHUE.

Última fecha

lun

12

enero / 2015

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