Un hombre golpea la puerta de mi casa. Le pregunto qué necesita. No contesta. Me mira durante unos instantes, con ojos enormes. Me mira como se mira a una aparición. Los ríos nacen en ese silencio, en esos ojos alucinados, y despliegan una memoria del agua, un saber fragmentado de tornados y de orillas, de árboles que crujen, de pájaros que se bañan en la lluvia, de hombres perdidos en alguna isla, de ahogados en los remansos, del chapoteo de los remos, de la sombra donde se angosta el río. Un hombre golpea la puerta de mi casa. Me dice: No estás, no estamos en este lugar.
Dirección: Gustavo Fontán //