Esta exposición en la Fundación Federico Klemm, “Los restos del triunfo”, de Amadeo Azar y Jorge Miño cuenta con curaduría de Valeria González.
En el texto curatorial, González explica: Religiosa o no, una revelación es un acontecimiento que excede a sí mismo, señalando una verdad que lo precede. Aún antes de saberlo ellos mismos, las obras de Jorge Miño y Amadeo Azar avanzaban en sintonías paralelas. La experiencia artística que hoy nos presentan, en la que han trabajado como un auténtico dúo, es una desembocadura que ilumina y resignifica sus propios pasados.
A nadie habrá escapado que ambos comparten el interés por los idiomas geométricos de las utopías constructivas que brillaron antes de la segunda guerra mundial. Pero se trata aún de un rasgo demasiado genérico, casi consustancial al arte posmoderno. Para captar algo de la singularidad de su espíritu es preciso aclarar lo que ellos no hacen. Miño y Azar no condescienden a la risa triste de la ironía. No trabajan con cadáveres de proyectos fracasados (fracaso puede decir aquel que espera de la utopía una respuesta útil) sino con un acervo de inquietudes formales e imaginarias aún inagotable.
Para remarcar sus coincidencias, pero sobre todo cómo un repertorio acotado y riguroso es capaz de combinatorias infinitas, los artistas dicen todo en blanco, negro y rojo. En una gran retícula donde las fotografías de Miño y las acuarelas de Azar se intercalan, vemos que los colores netos del diseño ruso se abren a la multiplicación de matices sutiles, creando un efecto casi atmosférico.
Hace años, su pasión por las vanguardias geométricas los llevó a tensar los límites del plano: Azar comenzó sus piezas de papel plegado y Miño a multiplicar los efectos ópticos de sus distorsiones fotográficas. Aquí, por primera vez, integran sus lenguajes en una secuencia de piezas realizadas en conjunto.
En un tercer y último paso, los artistas ponen en diálogo dos obras individuales de gran tamaño...