Se trata de una exposición que trabaja sobre una serie específica, compuesta por cuatro tipos de piezas: una cinta transportadora de palabras, con una existencia que pendula entre dadá y povera; las sanguinas, donde el borravino trae a un Vecino más fundamental, al de los inicios; la serie de pasteles, que parecieran inspirados por baladas románticas y los óleos, imágenes plagadas de guiños al lunfardo local.
Esta reunión de piezas no es casual, todas están cruzadas por un universo lingüístico que atraviesa el trabajo de Vecino en este momento. Un delicado equilibrio entre lo trash y lo distinguido: un dibujo impecable con falos cruzados a modo de exhibición de premio, un gesto urbano como es un vino de caja acompañado por un ramo tomado de un bodegón de Clara Peteers.
Una vanitas porteña en pleno siglo XXI.
Artistas: Nahuel Vecino //