Sobre la obra de Tadeo Muleiro, Mariano Soto ha escrito: Ávido pero gentil, devora sus platos preferidos en el menú de la historia cultural. Religión, rito, leyendas ancestrales, pero también humor, cultura de masas e historia del arte son algunos de los manjares sagrados y profanos de los que el artista se nutre. El Manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade representa uno de sus puntos de partida conceptuales, y así Tadeo ingiere cosmogonías y sistemas culturales para regurgitar luego su propia síntesis: una amalgama sorprendente, que transita lo trascendental, lo estetizante, lo técnico-artesanal, pero también lo desenfadadamente pop. Al mapa binario de la modernidad brasileña que buscaba fundir lo europeo con lo aborigen pero en un viaje inverso, Tadeo le adiciona la contemporaneidad y algunas otras geografías. Como una trampa de la historia emplazada en un laberinto de espejos, Oswald de Andrade es fagocitado, a su vez, por su seguidor porteño del siglo XXI.