Las exposiciones impresionistas, realizadas entre 1874 y 1886, difundieron un modo revolucionario de pintar, imponiendo la mancha que sugiere la forma por encima del dibujo y la descripción. Supieron reconocer en el uso de colores puros, el medio para representar la luz y en el tratamiento de pinceladas cortas, el modo de plasmar la fugacidad del instante.