Camisón al viento, flamea.
No importa el objeto, solo el movimiento. Persevera.
En la ventana sus cortinas escapan
presintiendo la tormenta.
La sombrilla se inclina avergonzada
ante el sol como pidiéndole un perdón.
Pastizales despeinados al viento
homenajean mi peinado.
Un desierto muy pequeño.
Y un río que desborda.
El hombre centenario descubre sus raíces.
Y una ráfaga desnuda una manada enfurecida.
La noche empuja la tormenta hasta algún cauce.
Y un árbol se despide, sin morir, de forma majestuosa.