Homenaje A Connie Parker

Un instante de lucidez antes de la noche interminable.

La escena no tiene final: ocurre dentro de los pliegues de la mente donde se incuba la enfermedad de Connie. Humillada, confundida, anoréxica, muda o enmudecida, prueba de todo para convertirse en ella misma, para que la amen precisamente por aquello que la destruye. Y además escribe. Nadie, en tantas décadas de comentar su historia, ha reparado en la última acción que Connie lleva a cabo antes de la sobredosis. Le han concedido el privilegio dudoso de la última palabra para que los médicos la repitan sin entenderla. Después de todo, su enfermedad consiste en ser obligada a no tener la culpa y escribir un nombre. Una sola palabra en la página y ahí está el drama.

Partimos de dos escritoras del siglo XX: Sylvia Plath y Sarah Kane. Sylvia Plath fue una poeta norteamericana y Sarah Kane una dramaturga inglesa. Ambas tuvieron una vida corta e intensa: acosadas por la depresión, se suicidaron alrededor de los 30 años. Inspirada en la vida y en los textos de ellas, nuestra obra imagina una tercera persona, Connie Parker, que combina rasgos de ambas: Connie es escritora, maníaca, enamorada, obsesiva, psicótica, suicida y, sobre todas las cosas, intensamente lúcida. Son los momentos de lucidez los que alimentan la noche más depresiva de Connie, y son sus actos más valientes los que no dejan en paz a su psiquiatra. Entre las dos se establece un diálogo que va de la celebración al fracaso, de la parodia al sacrificio. En todo caso, la voz de Connie es austera: lo que menos quiere es que sus poemas se interpreten como un pedido de auxilio.