Buenos Aires, noche de verano de 1992. Marcia y Federico se encuentran en una parada de colectivo en el barrio de Boedo. Federico le ofrece un pañuelo de papel; Marcia lo acepta, se seca las lágrimas y se suena la nariz. Es un primer gesto entre dos desconocidos, la creación de un campo gravitatorio, el acercamiento de dos cuerpos y sus palabras, el lenguaje como transporte para viajar por las geografías de la ciudad y el universo.