Cuando un cuerpo choca con otro, irrumpe el límite que nos salva de la locura pero que al mismo tiempo nos vuelve un poco locos. Porque justamente en el efecto que parece exceder sus causas –una de las incontables definiciones de la idea de acontecimiento– radica la posibilidad de aislar una sensación tan volátil y sutil como la restituida por el contacto con ese cuerpo otro. Las videoinstalaciones que integran la muestra Fuerza Diagonal, de Silvia Rivas, recorren la cornisa de lo inminente. Cruzando distintos soportes y materialidades, las obras retoman la investigación iniciada por la artista en su serie titulada Todo lo de afuera (2004), donde un conjunto de personas pugnan por ocupar un mismo espacio, mientras se retienen de manera recíproca cada vez que alguna de ellas amenaza con renunciar a la lucha. La subjetividad de quienes se entregan a la disputa entra en tensión con el abismo de todo lo que (a pesar de ellos) permanece afuera. También en Fuerza Diagonal la imposibilidad se extiende en un horizonte de tiempo perpetuo. Pero en este caso la experiencia individual es sustituida por la interdependencia de los cuerpos que se entrelazan en acciones diversas: anudados por ritmos pesados y maquinales a fines de dominar el centro de la escena sin desmembrar al grupo; suspendidos diagonalmente en estado de alerta; o atrincherados contra el suelo en desplazamientos densos evitando alguna clase de peligro que acecha en el espacio situado más arriba. Si un cuerpo procura desadherirse de esta suerte de organismo, es entonces religado por el resto de los cuerpos al conjunto, porque en la obra de Silvia Rivas siempre irrumpe un elemento que quiebra la persistencia de lo invariante. Lo mismo sucede a la hora de combinar diferentes materialidades, las cuales introducen un aspecto de ambigüedad entre lo que se deja ver y aquello que se oculta. En algunas videoinstalaciones, el carácter matérico de la arcilla modelada por la artista, o del vidrio también esmerilado por ella, simultáneamente revelan y encubren distintas secciones de las imágenes proyectadas por detrás. De ese modo, las obras superponen la impronta parcialmente narrativa contenida en la materialidad tecnológica del video, con la condición aurática de soportes cuyas superficies todavía llevan impresas las marcas del trabajo manual y artesanal que les dio origen (Jazmín Adler - curadora).