Como parte central de la exposición Tercer ojo. Colección Costantini en Malba, se presenta Diego y yo (1949) de Frida Kahlo (Coyoacán, 1907–1954), obra que marcó el récord para el arte latinoamericano en noviembre de 2021, cuando Eduardo F. Costantini la adquirió para su colección personal. Se trata del último autorretrato de busto pintado por Frida antes de su muerte en 1954, con el rostro de su marido Diego Rivera como un tercer ojo. La obra se exhibe junto a Autorretrato con chango y loro (1942) de la Colección Malba y a un importante conjunto documental –perteneciente a la colección de la crítica de arte y amiga de Frida, Raquel Tibol–, que incluye fotografías, cartas y objetos personales de Frida Kahlo.

“Así como el accidente cambió mi camino, desde entonces mi obsesión fue recomenzar de nuevo pintando las cosas tal y como yo las veía, con mi propio ojo y nada más”. Hija de Matilde Calderón, una mestiza católica, y Guillermo Kahlo, judío alemán, Frida Kahlo tuvo desde pequeña una mirada meticulosa y una inclinación por lo científico. Sin embargo, en 1925, cuando tenía 18 años, sufrió un accidente que marcó su destino. El vehículo en el que viajaba fue embestido por un tren, causándole múltiples fracturas en la columna. En el curso de los años posteriores al accidente le fueron practicadas unas 27 cirugías. Si bien Frida conoció a Diego Rivera en 1922, cuando él realizaba los murales del anfiteatro Bolívar, fue en 1928 que se inició el romance y al año siguiente contrajeron matrimonio. Entre 1930 y 1934 la pintora se instaló en Estados Unidos junto a Diego, cuyos murales tenían gran demanda en las principales ciudades americanas. Allí comenzó a vestirse con largas faldas, blusas bordadas y huipiles, a usar joyas prehispánicas y el pelo recogido al modo tradicional de Tehuantepec. En 1938 André Breton y su mujer, la pintora Jacqueline Lamba, visitaron México y en 1939, por invitación del poeta, Kahlo viajó a París y participó con 17 obras de la exhibición Mexique. Si bien existen claras vinculaciones entre la liberación del inconsciente del surrealismo y la personal poética de Kahlo, ella rechazaba esta adscripción ya que su estilo era preexistente al vínculo con Breton.

Aunque Kahlo se oponía a la religión católica –inculcada a través de su madre–, incorporó elementos de la iconografía cristiana en sus obras y la espiritualidad atravesó su vida y su trabajo. La perspectiva de la muerte en las culturas antiguas mesoamericanas, vinculadas a la concepción cíclica del tiempo y a la continuidad perpetua entre vida y muerte, marcó trascendentalmente su mirada. También pueblan su cosmovisión la cultura egipcia, el hinduismo, el budismo y las doctrinas ocultistas, de donde tomó la representación del tercer ojo (que aparece en Diego y yo). El dualismo aparece frecuentemente en su obra: sin dudas, el binarismo central es el de ella y Diego, que se asocia con dialécticas universales como masculino y femenino, vida y muerte, sol y luna, cuerpo y mente. Muy deteriorada físicamente, Kahlo falleció el 13 de julio de 1954 a causa de una bronconeumonía. En sus 176 pinturas y 82 dibujos, legado insoslayable para el arte latinoamericano, exploró temáticas tabú para la época como la infertilidad, el placer sexual y el complejo vínculo con su esposo. Su visión renovadora y amplia del amor y la sexualidad desafió las limitaciones de género e identidad femeninos poniendo en crisis las coordenadas de la heteronormatividad social. Con el correr de las décadas, su figura se transformó en un icono popular y de los derechos de la mujer y de las comunidades LGBTIQ+.

Última fecha

dom

30

junio

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