Su tía fue pintora, en esa escena recuerda haber empezado a amar el lustre de las superficies. Ella mira, bajita, desde atrás a la tía Mimí. La espalda y las manos. Mira verla pintar, mira la cocina del óleo: una escenografía.
También están los mosaicos que son juegos para el peso que tira el cuerpo. Jime de pequeña visita las casas familiares, hogares con arcos y calcáreos. Esta pintura grita piel y no es puramente virtuosismo. El clima seco de Mendoza. Hay montañas alrededor, Chile se puede sentir. La universidad es absorbente, espera terminar pronto para viajar y pintará esos paisajes que ya no ve a diario, (así un poco fue su primera muestra en Jamaica, Rosario).
Cuando los ojos quieren reposar se cierran o descansan en un adorno. Un firulete de estación, una forma de baile, pero lo mejor es descansar en una simetría, la artista acude a ellas como un pase de tango como un saque de tango.
Fangal un tajo en la pared, los espacios copulan mientras ellas gozan. La mujer pinta y detiene el mundo, no hay cocina hay un cuarto propio en esa fruición, en ese temple tan de ella. El tango es lo único que no consulta con Europa decías amado Macedonio. Están los pliegues que pesan, la hoja de acanto mareada por ser antifaz, el drama, la redención y la lascivia en episodios, Oh! La Boca, casas de madera y chapa. En el baile las piernas son adornos se baila con el torso a torso imantadas para sellar emociones en la pintura.
El hilo de los arcos en las habitaciones y los pisos decorados es largo va desde la narraciones anunciaciones, al Quattrocento, a las pintoras de un cuarto propio del siglo XX, y sigue. Hay suspenso en estas obras reunidas en Fangal.
Se huele firulete borrachín cusifai en viñetas rotas ese humor del cuerpo embailado atacados empolvados cuerpos cortinados pero todo se detiene cuando la hermana besa el suelo.
Curador: Claudia del Río //