Ningún exilio es igual a otro. Para algunos fue el desamparo. Para otros, el miedo. Muchos lo sufrieron como una condena. O con la culpa de saberse sobrevivientes. Y también hubo quienes lo vivieron como una forma de la libertad.

Lo que sí une a las exiliadas y exiliados argentinos es que su destierro formó parte de las prácticas represivas ejercidas por el poder estatal y paraestatal entre 1974 y 1983, del mismo modo que lo fueron la censura, la represión, la tortura, el secuestro, el asesinato, la cárcel y la desaparición forzada de personas.

Con la vida en un bolso y la angustia en el corazón, cientos de miles de personas debieron abandonar sus casas. Como pudieron, llegaron a México, España, Suecia, Brasil, Francia, Alemania, entre otros muchos países que los cobijaron y les dieron un lugar en el mundo. Otros no tuvieron la posibilidad de dejar el país y se vieron obligados a refugiarse en diferentes barrios, en otras ciudades.

En cualquier caso, dejaron atrás compañeras, compañeros, amigas, amigos, familias, trabajos. Tuvieron que comenzar de cero: muchas veces en situación de ilegalidad o de clandestinidad.

Con el retorno de la democracia, hubo quienes eligieron regresar; pero la vuelta los reencontró con un país distinto al que habían conocido y para el que habían soñado un proyecto diferente: la ruptura de los lazos sociales y la instalación del individualismo, consecuencias directas del sistema represivo, dejaron marcas que aún perduran.

Esta muestra propone un recorrido a través de los testimonios de aquellas y aquellos que atravesaron estas experiencias, casi siempre dolorosas pero también marcadas por la resistencia, la solidaridad y la organización para denunciar los crímenes de la dictadura.

Recuperar estas voces resulta necesario no sólo para comprender mejor nuestra historia reciente sino también para reflexionar sobre el presente, tarea imprescindible en un mundo en el que la libertad y la igualdad están siendo amenazadas.

Última fecha

dom

30

julio / 2017

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