¿Estás preparada para ser feliz? es una selección de obras de Fernanda Laguna (Buenos Aires, 1972) realizadas entre el año 2000 y 2001, y estructurada a partir de tres momentos para pensar esos años: la relación entre la crisis personal (emocional) y la crisis económica, el surgimiento del espacio de arte/regalería Belleza y Felicidad (1999-2008), y las recurrencias a la música, de Gilda a los Pet Shop Boys, como forma de antídoto para evadirse y bailar.
¿Qué fueron los dos mil en estas obras de Fernanda? Según ella: expresionismo depresivo, pero también muchas ganas de hacer cosas, mínimos movimientos en telas crudas, planos revueltos, objetos que parecen haberse caído y adherido a las telas. Retratan un momento, a través de las palabras que usamos todxs para referirnos a nosotrxs mismos. Hubo un antes, que fueron sus dos exposiciones en el Centro Cultural Rojas, en 1994 y 1995, donde estaba Jorge Guimier Maier, que conectó, escribió y transformó la obra de Fernanda, y que sigue siendo hoy una estrella activa para pensar el arte que hacemos.
A fines del 2001 fue la crisis para todxs, terminaba el año con saqueos, sin plata y con muertos. Estaba esa crisis, y había muchas crisis más en cada persona. Crisis es no poder algo, estar en un loop nada agradable. Siempre se dice de las crisis que son momentos de mucha creatividad y producción, pero lo cierto es que una crisis no se representa, solo aparece a través de la trama de las cosas, se rebalsa.
Aparece en la mayoría de estas telas el blanco como lugar para la ambición, lugar ilimitado, de entrega y miedo. Los cambios de personalidad, repentinos. “En mi casa era una y en local otra”, dice Fernanda, y la sociabilidad era (es) un lugar un poquito para perderse, un poquito para sufrir: ¿cómo evitar las inauguraciones y los chispazos de felicidad que ellas son? El local, que abrió en 1999 junto a Cecilia Pavón, era de puertas abiertas, no un espacio aislado de la calle sino permeable a lo desconocido e improbable. Así surgieron los proyectos, las muestras y aparecieron personas que llevaron a otras personas.
Estaba también la literatura, la que se escribía y se editaba casi en paralelo, la literatura que era el cuerpo mismo que bailaba y hacía obras. En estos años Fernanda se autoeditó siete plaquetas: Salvador Bahia ella y yo, Los celos no ayudan la culpa tampoco, Licor de café club de señoritas y señoras, Tatuada para siempre (como Dalia Rosetti), Samantha, La ama de casa, Sueños y pesadillas I y II. Estos pequeños fanzines tenían esa mágica inspiración de la literatura de cordel brasileña, lugar idealizado y lleno de deseo, economía en todos sus sentidos posibles. Hay un sentimiento mántrico en la escritura, una confianza en que la repetición hace realidad las cosas, y que la literatura es material, como un abono más para la tierra.
La obra de Fernanda va del fanzine a la curaduría doméstica, de la casa al local, de la obra personal a la compañía para otrxs. Las formas son las de la autobiografía: el diario, la carta, el teléfono, el mouse, el anotador, el cuadro sinóptico. Hacer y que se note que las cosas no andan bien, pero no tanto.