Después de locuras como El Mesías Salvaje, Tommy o Lisztomanía, Ken Russell pobó en los EE.UU. Hacer una película de ciencia ficción basada en el consumo de sustancias.
El resultado es una mezcla de suspenso, terror y psicodelia totalmente irrepetible.
Un joven William Hurt es un científico de la mente que experimenta una expansión mental que lo hace recorrer con su propio cuerpo toda la evolución humana.
Por momentos, un film “científico” más o menos “normal”, y por momentos (muchos momentos) un delirio pop que estalla en un final inolvidable.