Conquistar y expandir en territorio estético requiere afán e ingenio, un poco al modo del personaje Fitzcarraldo quien persigue su ideario perseverando hasta rozar los límites de lo paradójico. Así, con ese loco afán, se presenta y lleva adelante su obra Esteban Pastorino. Puede tomarse como punto de partida el sondeo y puesta a punto de distintas zonas de la experimentación, sea desde la construcción de sus propios artefactos (cámaras, visores, soportes) hasta la imagen que deviene de ese largo proceso. Como autor admite una zona lúdica, que es aquella en donde lo procesual se lleva adelante no teniendo siempre el control absoluto de la imagen fotográfica que se está conformando en la toma. Como ejemplo se pueden ver las imágenes tomadas con una cometa, en donde la cámara encuadra de manera un tanto azarosa, o las fotografías panorámicas que, en su desmesurada extensión, nos revelan formas ópticas que el ojo desnudo no podría apreciar. En cada proyecto que lleva adelante como autor, desarrolla las herramientas adecuadas para el mismo, una mezcla entre principios técnicos electromecánicos, ópticos y tecnológicos. Eso le permite intervenir en el plano focal de la lente y produce como resultado imágenes que desobedecen los principios tradicionales de mensurabilidad propios de la perspectiva central. Los paisajes urbanos o la naturaleza, fotografiados a través de sus artefactos, adquieren una lógica particular y se convierten, por momentos, en escenarios del orden de la miniatura. Ficciones de lo real a vuelo de pájaro, exposiciones estereoscópicas y panorámicas superlativas son la manera en que Pastorino expande y toma al mundo como espacio de exploración estética. (Julio Fuks)