Algunas de las escenas cotidianas que en la obra de Eduardo Médici han cobrado vida: un hombrecito protegiéndose con un paraguas bajo un cielo luminoso, un tren saliendo de una pared-pantalla en un choque inevitable con la Gradiva, un escenario teatral donde acontecen varias situaciones, un pájaro sobre una lámpara que ilumina una cabeza en un pedestal; al fondo, vigilante, la figura negra de un mamut. El grito de una mujer en llamas, un chamán a punto de explotar algo, una mano que revuelve una pareja en un caldero.
En el preciso momento que nos enfrentemos a ello, lo cotidiano ya será otra cosa. Será eso que no debería aparecer y aparece. Eso que sin velo nos acerca a lo imposible.