¿Puede la epopeya, género de la antigüedad clásica, cruzarse por los caminos de la ficción escénica con la joven generación beat que irrumpe en el campo artístico, cultural, político e histórico de una vertiginosa década del siglo XX? El escenario: una ruta, una carretera que se extiende hacia el horizonte. Allí (como en toda epopeya) marchan los jóvenes. Avanzan. Caminan juntos; entusiastas, esperanzados, cargados de sueños, hacia el porvenir. Atraviesan la década, forjando futuro, entre canciones, banderas, libros, amores, rebeldías. La travesía es también un itinerario existencial, un trayecto en el que las antiguas ilusiones se volverán recuerdos, y el ansia de libertad evocará el fantasma de la represión; de las desafiantes luchas callejeras y las feroces cacerías. Sin olvidar a los caídos, los jóvenes continuarán marchando, en aquella década y en las que vendrán. Tendrán que resistir los embates de la fatiga, el desaliento, el debilitamiento de las convicciones y la llegada de la madurez. Para ese entonces, el recorrido será ya parte de un viaje interior y la interminable carretera se habrá transformado en el largo camino de la vida.