En la calle. En la piel. En el fogón. En la radio del bondi. En el graffiti de la esquina. En el parche del motoquero. En las lentejuelas de la murguera. En la calco del flete. En el artista callejero. En el cantito de la cancha. En la sábana hecha bandera. En el asado de la terraza. En la lucha social. En la puerta del baño. En el brindis. En la canción para llorar. En el bafle del taller. En la anécdota del tachero. En el concierto del furgón. En la marcha. En la peregrinación. En el nombre del hijo. En el nombre del perro. En la casa de gobierno. En el pogo del himno. En la playlist del avión. En el dedo del mochilero. En la nostalgia del que viajó a otras tierras. En la caja de la camioneta. En el cajón de tesoros de la familia. En el cajón de la discográfica.
En el pasado. En el futuro. En la gente. Transversal. Imperecedero. Auténtico. Es mucho más que un género, pero le decimos “Rocanrol”.
Encuentro, el Templo del rock.