El debut de Melville como director despertó la admiración de Jean Cocteau, con quien luego iba a filmar Les Enfants Terribles. Ambas películas remiten a lo que el propio cineasta definió alguna vez como una “etapa poética”, a la que abandonaría para trabajar con los géneros. Pero lo cierto es que Melville hizo poesía con el género tanto como trabajó el material poético con la más concreta rigurosidad. Así, este film temporal y espacialmente concentrado alrededor de dos franceses (tío y sobrina), obligados a hospedar a un culto oficial alemán (al que, sin embargo, no le dirigen la palabra), resulta ser uno de los más cinematográficos que se hayan hecho jamás, y sienta las bases de la filmografía posterior del director. Ya están aquí la resistencia como decisión moral, el fatalismo de las simetrías, la exploración del espacio físico, el desprecio por la palabra como portadora de símbolos preestablecidos, la concreta ambigüedad de la forma o, como definía Ezra Puond a la poesía, “la máxima concentración de sentido del lenguaje”.

Le Silence de la mer, Francia, 1949 de Jean-Pierre Melville. 88’

Última fecha

sáb

9

mayo / 2015

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