Los habitantes de un pueblo de pescadores de algún lugar de Buenos Aires están aterrorizados por la presencia de un monstruo marino que no es otra cosa que Ictiandro, el hijo anfibio de un científico loco (pero bueno y marxista) que pretende crear una nueva sociedad submarina donde no haya ricos y pobres. Ictiandro se enamorará de Gutierre (así, sin la “z” final) una bellísima joven terrestre, pero las cosas no les resultarán fáciles… Como la mayoría de las películas fantásticas rusas de esos años, El hombre anfibio, basada en la novela de Alexandr Beliaiev, el “Julio Verne ruso”, es una feliz mezcla de ciencia ficción, fantasía, romance, drama, aventuras y algún toque de comedia y tiene algunas de las escenas submarinas más bellas de la historia del cine. Milagrosamente una copia en 35mm en perfecto estado subsistió en una estantería olvidada de la Filmoteca Buenos Aires. Chelovek-Anfibiya, Unión Soviética, 1962, de Vladimir Cheblotaryoy y Gennadi Kazansky, 96'.