Muestra con autoría de Federico Lanzi, Adriana Minoliti y Belén Romero Gunset.Muchísimos años después de la primer muerte diagnosticada y de su primer resurrección -allá por los 80’s- la pintura sigue muriendo y volviendo a la vida de tanto en tanto. Es que insiste, es insistente.Una cuestión de fe -se podría decir-. Se mantuvo creyendo en sí misma, hablando de sí misma para nunca agotarse, como una diva rodeada de los retratos de su golden age que logran detener el tiempo, postergar el ocaso, sostener el pináculo de su existencia. Al menos para ella.En realidad los síntomas llegaron mucho antes, con el modernismo y hacia el fin de siglo se desató la crisis existencial. Las condiciones y métodos de la representación se volvieron centrales para la autocrítica. La pintura devino su propio tema. Un beso en el espejo. Hoy, ya lejos en el tiempo, ese romance narciso continúa, pero desde otra perspectiva, el post a la enésima, el post del post.Por eso es tan difícil definirla, saberle la edad. Tanto se ha dicho del ombliguismo pictórico que el último de sus pliegues, el que la hace salir desesperada por una bocanada de aire fresco, tiene que ver con lo colectivo. Una definición más que se pierde en el camino: la individual. Salir al encuentro de uno y al encuentro del otro nos hace post. Post Internet, post 90’s, píxel trunco, .gif ruidoso, Tumblr caos, Vine, Photoshop y toda la información inanimada -pero vital- que circula por la web. Nos hace movimiento social, militancia, queer, geopolíticos, globales y localistas. Nos hace cuerpo y sus estrategias, objetualidad, indicalidad y bla bla bla.Es lógico que la pintura hoy no sepa que ser y sea todo. Los artistas, chamanes 2.0, canalizamos con terapia electroconvulsiva para traer al mundo terrenal todo lo inmaterial. El tema, es quizá que hoy, lo terrenal es cada vez más inmaterial y esto nos deja offline.
David Reed dice que “la pintura es la más impura y la más degradada de las formas de arte, porque su mayor virtud es la facilidad para absorber las influencias externas” Gracias a Dios -o a lo que sea- su mayor virtud es esa. Es que la pintura no ha dejado de referirse a sí misma solo en tiempo pasado, lo hace en todos los tiempos.Porque en definitiva resume lo más primario en materia de expresión humana, el gesto como herramienta de conexión. Y ese acto difícilmente vaya a agotarse porque es constitutivo. No nos queda otra que volver a salir una vez más al escenario.
Guido Ignatti