La primera experiencia estética que Benjamín recuerda es el enorme pesebre con el que su tía Kuky transformaba cada año la casa familiar en San Miguel de Tucumán. El siguiente impacto visual que centellea en su memoria es la figura de un mártir en la Catedral de Salta, cuando tomó consciencia, por primera vez, de estar frente a una obra de arte. Benjamín, sin embargo, no devino un feligrés devoto. Devino artista.
Benjamín parte de un territorio y de una formación artística embebidos en esta lucha de sentidos, producto de la forclusión (negación psicótica de un significante fundamental) de los cuerpos indígenas y de su paradójica conversión en símbolos nacionales por la oligarquía vencedora.
Sus esculturas no reclaman el reconocimiento de una continuidad histórica basada en la genealogía y la sangre, como es el caso de la importante producción de Gabriel Chaile y otros coterráneos. Su trabajo revela la fuerza de la forma y de las devociones populares para conquistar subjetividades de maneras inesperadas y ajenas al programa trazado por la colonia y por los continuadores de ese orden. El hijo de zafreros e inmigrantes italianos aprende oficios en la escuela nocturna y rinde homenaje en sus obras a imagineros de la Puna como Hermógenes Cayo.
En tiempos en los que un ajuste draconiano, en el sentido de excesivamente severo, sumerge al pueblo en la miseria, Benjamín echa a correr dentro de la máquina de guerra colonial un sistema de signos cargados de contradicciones que, en palabras de Mariana Botey, tiene siempre la potencia para perturbarla, desactivarla, perseguirla y chaminizarla.
Mientras crece la influencia de las iglesias evangélicas, enemigas de todos los sincretismos y todas las tradiciones populares, y se afirma una discursividad fascista sin interés en el problema nacional, sus esculturas domésticas vuelven a astillar el imaginario local. Actualizan la vía de una modernidad trunca -de artistas dedicadxs a la producción estética de la realidad cotidiana con infraestructura e incentivos gubernamentales y de la universidad pública- a la vez que compiten con los símbolos del bestiario medieval que pueblan la pintura porteña como otros signos del apocalipsis.
Artistas: Benjamín Felice // Curador: Leandro Martínez Depetri //