Dorothea Lange fue una fotógrafa excepcional, y a la vez un testigo privilegiado de su época. El personal testimonio, muchas veces incómodo para el establishment permanece tan vivo como entonces. Su compromiso con el acto de ver estaba relacionado con una preocupación estética, y con una necesidad de implicarse en las cosas. Solía decir, entre sus innumerables frases que: Un retrato era una lección sobre como debería abordar un ser humano a otro. El objetivo de sus trabajos fue la comunicación, pero no usada exclusivamente para convencer, sino en todo caso para educar, tanto la agudeza visual como la social. Este corpus, como todos arbitrario que mostramos hoy, fue en su mayoría hecho a pedido por el Gobierno de los EE.UU, a modo de documento. En un momento en que este elegía el camino de una democracia, no sólo política sino económica. En este sentido su figura de fotógrafa se encuentra asociada a ella. Porque lo que más influyó en su obra fue su contexto histórico. De esto se deriva su repercusión política, aunque su mayor ocupación haya residido en estimular el placer de la vista. En descubrir la belleza aún en esos rostros desesperanzados, que hacen que el concepto de lo sea tan aplicable a la historiografía académica, como a la fotografía. Lo cual connota la idea de mostrar la verdad y fomentar la justicia. Ella creía firmemente, en la dimensión ética de esa verdad que buscaba. Como consecuencia, el uso de la cámara estaba pensado como una estrategia para expresar la conciencia interior. Y porque la mayor vivencia de la cultura, no casualmente, la obtuvo de su condición de paseante por la ciudad, de “flaneur”, en el sentido baudelariano del término. Allí aprendió a ejercitar lo que sería el más poderoso de sus músculos: el ojo. Esa era para Lange la herramienta más poderosa, porque estaba convencida, de que vemos con todo nuestro ser y nuestra cultura. Por lo que su trabajo, más que dar respuestas, generaba preguntas. Y ese es su costado más conmovedor: El de la puesta en duda. Aunque estas fotografías documenten el dolor y la miseria, por otra parte nos recuerdan, que es posible encontrar belleza en los lugares más inesperados, y que tenemos que aprender a ver más allá de lo previsto. Es posible, que las fotografías de Dorothea Lange nunca hayan tenido una relevancia de tanta inmediatez como ahora. No solo en relación a la pobreza, al sufrimiento o a la intolerancia que sufre el mundo. Sino por que su mirada subvertía las creencias del estereotipo femenino de la época. Sus mujeres son madres, fuertes, y poderosas, adelantadas a su época. Y eso habla de la inmensa sensibilidad con que supo captar una necesidad de cambio, en un momento dominado aún por el razonamiento patriarcal.