Desvíos, De Adriana Ablin, Gabriela Boer y Mariano Vilela

Se conocen, valoran el trabajo del otro y por eso celebran esta reunión. Con diversos orígenes plásticos y trayectorias, Adriana Ablin, Gabriela Boer y Mariano Vilela se encuentran en la actualidad coincidiendo en el desarrollo de una geometría de líneas curvas y riqueza cromática. Y hay mucho más.

Las obras nos sitúan frente a una narrativa contemporánea con trazos y direccionalidades, vibraciones y transparencias del color, vínculos entre motivos, que parecieran formar parte de distintos ámbitos de la vida cotidiana –más acá y más allá de la virtualidad–, pero con el “desvío”, en palabras de Michel de Certeau, “(...) que representa toda obra particular en un conjunto social” procurando una búsqueda.

Si se pudiera hacer la “estratigrafía” del proceso creativo de estas pinturas encontraríamos por estrato la fantástica imbricación de tiempo, trabajo, pasión y afecto.[2] Es el tiempo y el trabajo empleados en la elaboración de una trama–grilla–cuadrícula sobre la cual se delinean siluetas geométricas, generando formas entre el círculo y la recta, que se van trasladando, descentrando, uniendo, como piezas lúdicas en Vilela, de diseño heterodoxo en Ablin, de arquitecturas caprichosas en Boer. Es el tiempo de la historia del arte, sobre todo de las vanguardias históricas y locales, las cuales miran con reflexión, análisis crítico y reconocimiento por lo legado. Es la especial densidad pictórica debida a la labor compositiva, a la mezcla o combinación de tonos, a un pensamiento visual consciente. Es la pasión, al punto de coincidir en autodenominarse los tres artistas como “freaks”, en el sentido de la afición que experimentan hacia el arte. Y es el afecto –fuerza y sensibilidad– en tanto elemento cohesionador también de sus poéticas.

Desvíos tiene como antecedentes los intercambios entre ellos sobre el arte y la vida (cada uno siguiendo su camino plástico), considerándolos fundamentales para el quehacer cotidiano, con una potencia capaz de proyectar un futuro donde el respeto y la valoración de los otros constituyan un horizonte concreto. Resulta significativo que todo esto acontezca en el espacio de la galería van Riel, al iniciarse los festejos por su centenario de vida.

Abrir el calendario de un año tan singular con el trabajo de Ablin, Boer y Vilela supone seguir apostando por parte de esta fundamental institución a un presente y a un porvenir donde el arte continúe siendo sinónimo de desvíos y encuentros así de vitales, así de necesarios.