Desde lo más profundo del arrabal porteño brota la raíz más fiestera del barrio, haciéndose camino por cada callejón vacío para llenarlo de música y baile. Aromas de salsas, porros, cumbias y otras yerbas recorren todo el cuerpo de la noche citadina, con la fiesta y la música en vivo como únicos estandartes en cada velada.
Es la Caravana Latina que arranca y no para. Que te atraviesa el cuerpo, te agarra de la cintura y te empuja hacía el hondo bajofondo donde el barro se hace fiesta. La calle es una selva de cemento y de fiestas salvajes, cómo no. Ésta es una de ellas.
La Malanga + La Cresta de la Olga + La Runa Mula.