La clínica de Anderson constituye una posibilidad inmejorable de encontrarse con uno de los bajistas y compositores más dúctiles y respetados de la actualidad; de esos que tocaron con casi todos, pero no por casualidad: Anderson ha forjado una reputación basada en su naturaleza profundamente adaptable, capaz de establecer de un modo casi telepático la conexión con los músicos que lo rodean, capaz de mantener alta su personalidad artística teniendo en cuenta el entorno, el calor del momento, el instante en que la música propia incorpora la figura del prójimo.
Ser un músico más empático, como advierte el gesto específico de esta clínica, significa aspirar pasionalmente a esa fusión inefable entre los ejecutantes mediante la cual la música –especialmente la que nos ocupa– adquiere su verdadera razón de ser, el vórtice incandescente que los promotores del free jazz invocaban fatalmente con figuras retóricas ígneas: “Música de fuego” es una metáfora incansable, pero acaso insustituible.
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Instrumentistas: Jay Anderson //