¿Qué mueve a Artemio Alisio a recrear imágenes en torno al Popol Vuh?
¿Qué razones para desentrañar los códigos de una biblia indígena , de una civilización soterrada, de lenguas que nos son extrañas y remotas?. Quizá una fuerza ancestral, un llamado desde los orígenes, la riqueza de un canto y la potencialidad de un grito. Tal vez, el deslumbramiento por el diluvio el redescubrimiento de las historias de la región quiché. Seguramente, en fin, su propia necesidad de interpretar ritos y protagonismos telúricos de milenaria raigambre, en los cuales, sin embargo, subyacen indelebles las huellas de nuestra americanidad…
Alisio es un taumaturgo genial, que teje y entresaca contenidos, amasa barro y renueva símbolos plumarios, inventa pigmentos de alegoría y convoca al hechizo. Todo, cada rito, lo plasma naturalmente: como quien late o respira. Y ello, precisamente, es lo que da a su proceso creativo altura simbólica y acorde universal.
Los valores plásticos ensambla, constituyen seguramente, su mayor fortaleza. No hay en su tratamiento del plano, en la que a veces imprecisa linealidad de sus formas, en el esoterismo de sus atmósferas cromáticas, un solo acento literario o costumbrista. Sus formas (que trascienden de sí mismas, como auténticas simbologías de base) estructuran el plano desde lo más interno del soporte. Formas erosionadas, formas arañadas por el tiempo, inscriptas en una verdadera cosmovisión genésica, están más allá de resabios hápticos y de alusiones rupestres. Son formas historiadas en una memoria que no tiene principio; escrituras de cielo y tierra para descifrar allá y acá; energías que no terminan jamás de liberar sus fuerzas secretas…
J.M. Taverna Irigoyen, Curador
Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes.