Esta fue la primera obra estrictamente personal de Ingmar Bergman. La pequeña farsa cómica intercalada en una tragedia es la reproducción de uno de los tantos films que Bergman pasaba incansablemente en un proyector cinematográfico durante su infancia. La concepción del Diablo como parte integrante de cada ser humano es una convicción que mantuvo durante mucho tiempo y que habría de asomar, con variedad de formas, en buena parte de su obra. Según Lita Stantic: “Promediaba la segunda mitad de la década del ’50 y el cine Lorraine era el destinatario de las horas que mi madre creía que yo pasaba en el dentista o en el Instituto Cambridge. Aún hoy no domino bien el inglés y mi dentadura deja mucho que desear, pero vi todo el “primer Bergman” varias veces. Podía nombrar en sueco el título de sus películas y conocía el nombre de todos sus actores. Sobre el delantal blanco del colegio llevaba el perfil de Bergman hecho en paño lenci negro, bordado con hilo blanco (aún hoy lo conservo, algo apolillado)”.Fangelse, Suecia, 1948, 78'.

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mié

11

julio / 2018

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